El mundo en las dos primeras décadas del siglo XXI ha experimentado muchos cambios profundos, con una serie de conflictos armados cada vez más complejos e impredecibles.
Los conflictos que estallan en todo el mundo han ensombrecido cada vez más el panorama de la seguridad global. Foto ilustrativa. (Fuente: AFP) |
Desde las prolongadas guerras civiles en Oriente Medio y África hasta las amargas disputas territoriales en Asia y Europa del Este, el panorama de la seguridad global parece cada vez más sombrío. Los atentados terroristas del 11 de septiembre no solo conmocionaron a todo Estados Unidos, sino que también marcaron el comienzo de una nueva era en la que la línea entre la guerra tradicional y las amenazas a la seguridad no tradicionales se difumina más que nunca.
En este contexto, la revolución digital y la inteligencia artificial (IA) están transformando rápidamente la forma en que las personas interactúan, incluyendo los métodos de guerra y conflicto. Al mismo tiempo, la competencia por la influencia entre las grandes potencias es cada vez más feroz, amenazando con debilitar las ya precarias instituciones multilaterales. Las consecuencias de estos conflictos no solo son tragedias inmediatas, sino que también dejan profundas heridas, obstaculizando los esfuerzos por el desarrollo sostenible de toda la humanidad.
Una imagen compleja
En las últimas dos décadas, el mundo ha sido testigo de más de 100 conflictos armados de diversa magnitud, con una distribución desigual entre regiones. África se convirtió en el principal foco de conflicto, con casi 50 conflictos, lo que representa aproximadamente el 40 % del total. Le siguió Oriente Medio con unos 30 conflictos, mientras que otras regiones, como el sur de Asia, el sudeste asiático y Europa del Este, experimentaron una gran inestabilidad.
Los conflictos se concentran en los países en desarrollo. La guerra civil en Sudán, que dura desde 2003, ha creado una de las mayores crisis humanitarias del mundo, con millones de personas obligadas a huir de sus hogares. En Oriente Medio, la guerra civil siria, que comenzó en 2011, ha provocado la intervención de múltiples potencias, generando una afluencia de refugiados de más de cinco millones de personas y transformando el panorama geopolítico de la región.
En cuanto a las causas, las luchas de poder político (alrededor del 25% de los casos) y las disputas territoriales (casi el 20%) siguen siendo las dos principales causas de los conflictos. Esto se evidencia en las tensiones entre Rusia y Ucrania, donde los problemas de seguridad nacional y las disputas territoriales desempeñan un papel central. Además, el terrorismo representa alrededor del 15% de los casos, como se observa en la lucha contra el grupo militante EI en Irak y Siria.
En términos de escala e intensidad, casi la mitad de los conflictos resultaron en pérdidas de más de 1.000 vidas. Cabe destacar que algunos conflictos, como la guerra de Darfur, la guerra civil iraquí y el conflicto entre Rusia y Ucrania, causaron más de 100.000 víctimas. Esto refleja una tendencia a que los conflictos se vuelvan cada vez más feroces y destructivos, especialmente en términos de impacto humanitario.
En cuanto a la duración, la tendencia de los conflictos prolongados va en aumento, y más de un tercio de ellos aún no han concluido, incluidos aquellos que duran más de diez años. Solo alrededor del 30 % de los conflictos terminan en menos de un año, lo que refleja la creciente complejidad de la situación actual y la ineficacia de los mecanismos internacionales de resolución de conflictos.
Finalmente, el papel de la tecnología es cada vez más prominente. La proliferación de la tecnología digital y las redes sociales ha creado un entorno propicio para la guerra de la información, facilitando la propagación de ideologías extremistas y convirtiéndose en una poderosa herramienta para que los grupos terroristas se propaguen y recluten miembros. Los ciberataques son cada vez más comunes, como se vio en el conflicto entre Rusia y Ucrania, abriendo un nuevo frente en la guerra moderna. En general, las tendencias en los conflictos armados durante las últimas dos décadas presentan un panorama complejo, con un aumento en el número, la intensidad y la duración de los conflictos, y reflejan un profundo cambio en la naturaleza de la guerra en el siglo XXI.
Consecuencias de largo alcance
Los conflictos armados de las últimas dos décadas han tenido consecuencias de gran alcance que trascienden con creces los países y regiones directamente involucrados. Desde crisis humanitarias hasta inestabilidad política global, sus impactos están transformando el mundo de maneras complejas.
Alrededor de una cuarta parte de la población mundial vive actualmente en zonas afectadas, y se prevé que el número de refugiados y desplazados internos supere los 100 millones en 2022, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Tras estas cifras se esconden innumerables tragedias personales y familiares, así como daños físicos y mentales duraderos.
Los conflictos tienen graves consecuencias económicas. La infraestructura, incluso la crítica, se destruye, los recursos se agotan y el crecimiento económico se estanca. Según el Banco Mundial, los países afectados por conflictos tienen tasas de pobreza 20 puntos porcentuales más altas que los que no lo están. Esto no solo afecta a los países involucrados, sino que también obstaculiza los esfuerzos de la comunidad internacional por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
En el ámbito político internacional, los conflictos han profundizado las divisiones entre las principales potencias, debilitando así la eficacia de los mecanismos multilaterales. El riesgo de proliferación nuclear es generalizado y está fuera de control. El Consejo de Seguridad de la ONU ha quedado repetidamente estancado en resoluciones importantes, como en el caso del conflicto sirio o, más recientemente, el de Ucrania. Como resultado, el prestigio de las organizaciones internacionales se ha visto reducido, a la vez que la capacidad de la comunidad internacional para prevenir y resolver conflictos también se ha visto considerablemente limitada.
Los conflictos armados también crean un entorno propicio para el desarrollo de amenazas a la seguridad no tradicionales. La inestabilidad prolongada proporciona un terreno fértil para organizaciones terroristas y delincuentes transnacionales, como el EI en Irak y Siria. Además, los conflictos exacerban problemas globales como el cambio climático, la inseguridad alimentaria y las enfermedades.
La tendencia a la sobresecuritización y al aumento del gasto militar mundial está desviando importantes recursos de los objetivos de desarrollo. Esto plantea importantes interrogantes sobre la capacidad de la humanidad para abordar desafíos comunes como la pobreza, la desigualdad y el cambio climático.
El impacto de los conflictos armados en las últimas dos décadas ha sido amplio y de gran alcance, mucho más allá del ámbito geográfico y temporal de cada conflicto. Desde crisis humanitarias hasta inestabilidad política global, desde recesiones económicas hasta nuevos desafíos de seguridad, las consecuencias de los conflictos plantean enormes desafíos para la paz, la seguridad y el desarrollo sostenible de toda la humanidad.
Nuevos problemas
La tendencia de los conflictos armados en las dos últimas décadas pone de relieve varias cuestiones importantes.
En primer lugar, la complejidad y diversidad de las causas de los conflictos exige un enfoque más proactivo e integral que sitúe la seguridad humana en el centro de la seguridad nacional. Si bien persisten las amenazas tradicionales, factores como las disputas por los recursos, la desigualdad económica y el cambio climático se están convirtiendo cada vez más en fuentes de inestabilidad. Esto obliga a los Estados a ampliar el concepto de seguridad nacional más allá del ámbito puramente militar para incluir las dimensiones económica, social y ambiental.
En segundo lugar, la tendencia a conflictos prolongados e insolubles subraya la importancia de la prevención de conflictos y el fomento de la confianza. En lugar de centrarse únicamente en el fortalecimiento de las capacidades militares, los países deberían hacer mayor hincapié en la diplomacia preventiva, la promoción del diálogo y el desarrollo de mecanismos eficaces de gestión de crisis a nivel regional y mundial.
En tercer lugar, la creciente importancia de la tecnología en los conflictos modernos crea una necesidad urgente de fortalecer las capacidades en materia de ciberseguridad y tecnología militar avanzada. Los Estados deberían considerar invertir en investigación y desarrollo en estas áreas, a la vez que fortalecen la cooperación internacional en ciberseguridad y gestionan el desarrollo y el uso de nuevas tecnologías militares.
Finalmente, la disminución de la eficacia de los mecanismos multilaterales en la resolución de conflictos exige que la comunidad internacional adopte un nuevo enfoque de gobernanza global. Si bien mantienen su compromiso con el multilateralismo, los países deben ser más proactivos en la reforma de las organizaciones internacionales existentes y en el desarrollo de mecanismos de cooperación flexibles que se centren en cuestiones específicas como la seguridad marítima, la gestión de recursos transfronterizos y la respuesta al cambio climático.
Fuente: https://baoquocte.vn/nhung-gam-mau-xung-dot-vu-trang-trong-20-nam-qua-284304.html
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