Escena de la película Satu
Querido, Win, Game son tres jóvenes talentosos, dinámicos y con una mente brillante para los negocios. Al principio de la película, el público presencia su éxito a una edad muy temprana.
Pero el éxito esconde una traición. La sorpresa golpea a los tres amigos cuando todo el dinero que ganaron en una noche desaparece.
Crea milagros falsos
Durante un viaje al templo, a los tres se les ocurrió la idea de dirigir un negocio relacionado con el templo. Gracias a sus habilidades organizativas, dirigieron el pequeño y poco conocido templo como si fuera un negocio.
Con la aparición de Teeradon Supapunpinyo (familiar para el público vietnamita a través de la película Bad Genius) en el papel de Win, se le promete al público una actuación dramática de personajes llevados hasta el final, y la fe se convierte en la única salida.
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Comercian con la fe, crean falsos milagros, instauran nuevos sacerdotes santos para obtener ganancias.
En un país donde el budismo es la religión estatal, es difícil creer que el director Wattanapong Wongwan hiciera una película con una trama tan sensible.
Sin embargo, al ver la película no vemos blasfemia, sino que sentimos la fuerte fe del pueblo.
La fe aquí es pura y sincera, pero son los humanos quienes han contaminado esa pureza. La película también plantea difíciles cuestiones éticas.
Por un lado, Dear, Win, Game, con su talento y visión, convirtió un templo ubicado en un suburbio remoto con pocos visitantes, en un lugar vibrante que atrae a muchos budistas.
Todos reconocen que gracias a ellos el templo se desarrolló.
Sin embargo, su propósito no era propagar el budismo. Desde el principio, querían lucrarse con su fe. Y el abad mayor del templo lo sabía. Al mismo tiempo, también sabía que necesitaba a estos jóvenes para servir al templo.
El abad yacía indefenso en su lecho de enfermo, presenciando todo el caos y la agitación, tanto pública como encubierta, que se desataba en su templo. Era como la imagen de cualquier valor antiguo y firme que se tambaleaba entre dos líneas ante los cambios de los tiempos. Una era dominada no solo por las cosas materiales, sino también por el poder de los medios de comunicación.
Querido Win, el juego se lanza a la batalla para alcanzar su anhelo de riqueza. Un deseo sincero pero trágico. El desarrollo muestra que son solo niños que se han sumergido en un mundo regido por reglas tácitas y arraigadas.
Tres amigos "hacen negocios gratis"
La historia de Satu y la sentencia de 400 años en la vida real
El director Wattanapong demuestra su talento al desarrollar la trama de la película. Partiendo de una idea que al principio suena graciosa, la narra desde una perspectiva satírica.
Cuanto más se profundiza la película, más rincones oscuros revela y más suspenso se vuelve la atmósfera. En su clímax, la revelación trae consigo la posibilidad de una posible secuela si el director mantiene el interés.
Sin embargo, la actuación de los tres personajes principales no siempre es buena a lo largo de los nueve episodios. Constantemente oscilan entre la emoción y la tensión. La compleja transformación interior corresponde a un personaje secundario, el monje Don.
El monje Don vivía recluido en un pequeño templo en medio del bosque. El querido Win Game aprovechó su bondad y lo invitó al templo que dirigían para practicar.
El monje Don hizo el viaje del bosque a la ciudad, de la ciudad de regreso al bosque, luego del bosque de regreso a la ciudad y, finalmente, una última vez, regresó a su pequeño templo en medio del bosque.
Este puede considerarse el círculo vicioso de los seres sintientes en este mundo, y también el desafío de un practicante que enfrenta las tentaciones en un mundo complejo y peligroso.
Al igual que el verso: El amor es mil olas rojas / El mar del sufrimiento es mil olas.
Por coincidencia, cuando Satu se acababa de estrenar, en el país de origen de la película, el caso del ex abad por malversación de más de 200 mil millones de VND acababa de terminar con una sentencia de 468 años de prisión.
Por lo tanto, aunque Wattanapong amplió sus observaciones sobre la relación entre religión y vida, Satu volvió a la pregunta fundamental: ¿cómo escapar del sufrimiento sin fin?
Los tres amigos solo querían ganar suficiente dinero para saldar sus deudas y dejar de trabajar como freelance. Pero cayeron en su propia trampa, sin salida.
Quizás la imagen del monje Don, tras muchos desafíos, decidido a practicar y abandonar el mundo del lujo, sea el mensaje que el director quiere transmitir: que las personas deben volver a su mente original para encontrar la paz.
La escena donde el Monje Don y Dear contemplan las olas del océano es como una fábula sobre el infinito e inagotable mar de sufrimiento. La gente, e incluso los monjes, lo ven, pero aun así les resulta difícil escapar.
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