Según una confirmación oficial de la Casa Blanca el 27 de junio, ambas partes llegaron a un acuerdo sobre varios puntos para implementar los contenidos de la ronda de negociaciones anterior en Ginebra, Suiza, incluyendo el compromiso de reducir significativamente los aranceles sobre las importaciones. Justo un día antes de este anuncio, el presidente estadounidense, Donald Trump, también anunció la firma de un acuerdo comercial entre ambos países, aproximadamente dos semanas después de anunciar un consenso para suspender temporalmente las disputas comerciales bilaterales.
En respuesta a la medida de Washington, Pekín confirmó que revisaría las solicitudes de exportaciones controladas. A cambio, Estados Unidos se comprometió a levantar una serie de restricciones a los productos originarios de China. China también expresó su deseo de seguir fortaleciendo la cooperación con Estados Unidos en el futuro próximo.
Al ser preguntado por los medios de comunicación sobre la posibilidad de proporcionar más detalles sobre el marco acordado para las conversaciones de Ginebra entre ambas partes, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Guo Jiakun, enfatizó: "Esperamos que la parte estadounidense colabore con China para implementar el importante consenso alcanzado durante la conversación telefónica entre ambos jefes de Estado". Añadió: "Debemos aprovechar al máximo el mecanismo de consulta económica y comercial entre China y Estados Unidos, fortalecer el entendimiento mutuo mediante el diálogo, reducir los malentendidos, fortalecer la cooperación y promover el desarrollo estable, sano y sostenible de las relaciones bilaterales".
Aun así, el último acuerdo, si bien se percibe como una señal de optimismo tras meses de incertidumbre y perturbaciones comerciales, se considera solo un paso preliminar en un largo y complejo camino hacia un acuerdo comercial más integral y estable entre ambos países. Incluso los funcionarios involucrados reconocen sus limitaciones.
El secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, al comentar el acuerdo, señaló con franqueza que este no es un acuerdo integral que pueda resolver los problemas más difíciles, especialmente el contrabando de fentanilo de China a Estados Unidos y las barreras de acceso al mercado que aún enfrentan los exportadores estadounidenses en China.
Cuestiones fundamentales como el modelo de subsidios de China a las empresas estatales, que Estados Unidos considera que distorsiona la competencia, tampoco se han abordado adecuadamente. Junto con las concesiones iniciales en el ámbito del comercio general, las tensiones en el ámbito de la tecnología estratégica entre ambos países siguen siendo evidentes.
China ha mantenido estrictos controles sobre las exportaciones de tierras raras, materias primas vitales para sus industrias de alta tecnología y defensa, en particular para evitar su uso con fines militares , según fuentes. Estados Unidos, por su parte, continúa imponiendo estrictos controles de exportación que restringen la transferencia a China de tecnologías sensibles, como software de diseño de semiconductores y componentes electrónicos avanzados, lo que pone de manifiesto el lado oscuro de las relaciones bilaterales más allá del marco del acuerdo comercial alcanzado recientemente.
Si bien el acuerdo entre Estados Unidos y China sigue siendo el foco de atención internacional, con la esperanza de que pueda servir como base para restablecer relaciones comerciales más estables en el futuro cercano, una declaración reciente del Ministerio de Comercio de China ha hecho sonar una clara señal de advertencia.
Publicada en el sitio web oficial de la agencia el 28 de junio, la declaración afirmó que China está dispuesta a apoyar los esfuerzos de los países para negociar en términos de igualdad para resolver las disputas comerciales con Estados Unidos.
Sin embargo, un portavoz del Ministerio de Comercio chino enfatizó firmemente: «China se opone firmemente a que cualquier parte llegue a un acuerdo sacrificando sus intereses a cambio de las supuestas reducciones arancelarias de EE. UU. Si esta situación se produce, China no la aceptará en absoluto y adoptará contramedidas resueltas para proteger sus legítimos intereses».
La declaración se hizo al acercarse la fecha límite (9 de julio) para que Estados Unidos imponga aranceles recíprocos a los productos de numerosos países. El portavoz tampoco dudó en criticar esta política fiscal, calificándola de "intimidación unilateral" que podría afectar gravemente el sistema multilateral de comercio y socavar el orden comercial global.
La presión de la fecha límite del 9 de julio obliga al gobierno de Washington a acelerar urgentemente las negociaciones con decenas de socios comerciales de todo el mundo. Si bien el secretario de Comercio estadounidense, Wilbur Ross, anunció el 26 de junio que el presidente Donald Trump planea completar una serie de acuerdos comerciales con más de 10 socios en las próximas dos semanas, el riesgo de nuevas tensiones comerciales entre EE. UU. y estos países sigue presente, ya que los desacuerdos fundamentales no se han resuelto por completo.
La incertidumbre de la política comercial estadounidense bajo la presidencia de Donald Trump quedó claramente ilustrada cuando, apenas un día antes de anunciar el acuerdo con China (el 27 de junio), anunció abruptamente la terminación inmediata de todas las negociaciones comerciales con Canadá, citando el continuo compromiso de Canadá con su plan original de imponer un impuesto a los servicios digitales a las empresas tecnológicas estadounidenses.
También amenazó con anunciar nuevos aranceles sobre los productos canadienses durante la próxima semana, un duro recordatorio de que cualquier acuerdo, incluso con China, puede desmoronarse inesperadamente debido a decisiones unilaterales.
De cara al futuro, el camino hacia un acuerdo comercial definitivo, integral y duradero entre las dos mayores economías del mundo sigue siendo largo y plagado de obstáculos. Fuentes familiarizadas con las negociaciones de ambas partes reconocen que tomará meses, o incluso más, resolver los asuntos pendientes y construir un marco de cooperación a largo plazo.
El conflicto actual entre Estados Unidos y China no se limita a déficits comerciales o aranceles, sino que ha evolucionado hacia una confrontación estratégica más profunda que abarca la tecnología, la seguridad nacional y la lucha por la influencia geopolítica global. Las diferencias fundamentales en los modelos político-económicos y las visiones estratégicas dificultan enormemente alcanzar un consenso duradero.
Además, los factores políticos internos de ambos países también influyen. La presión de las facciones de línea dura en Washington y Pekín es omnipresente, mientras que la inminente elección presidencial estadounidense aumenta la imprevisibilidad, amenazando con deshacer cualquier progreso logrado.
Así pues, si bien el reciente acuerdo marco entre Washington y Pekín debe considerarse una señal positiva muy necesaria, el optimismo debe moderarse con una profunda cautela. Es prematuro predecir si habrá una solución pacífica y duradera al prolongado conflicto comercial. El acuerdo, con sus detalles incompletos y la ausencia de un mecanismo sólido de cumplimiento, es una promesa frágil en medio de la tormenta. La comunidad internacional y las economías que dependen en gran medida de las cadenas de suministro globales deberían prepararse para una guerra comercial más prolongada y multifacética.
En esa batalla, el frente entre Estados Unidos y China es quizás solo la punta más visible de un iceberg mucho mayor: un conflicto económico-tecnológico sistémico que está transformando silenciosamente las reglas y el orden económico global durante las próximas décadas. La posibilidad de que este acuerdo preliminar se desmorone en cualquier momento, como ilustra el episodio canadiense, subraya la necesidad de mantener una visión sobria y realista de lo que se avecina en la compleja relación entre las dos superpotencias.
Fuente: https://baolangson.vn/tin-hieu-lac-quan-mong-manh-trong-bao-thuong-chien-5051729.html
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