Muchas personas donaron sangre en el Segundo Programa “Viaje Rojo”. |
Este no fue solo un evento de donación voluntaria de sangre, sino también una gran reunión de corazones bondadosos. Han pasado casi tres semanas, pero aún recuerdo esa mañana con claridad. No por el gran escenario, ni por las pancartas rojas brillantes ni por los altavoces, sino por la multitud de personas con camisetas rojas brillantes: el color del corazón, de la dedicación y de la vida. Eran personas comunes que contribuyeron silenciosamente a un "viaje" que no se mide en kilómetros, sino en corazones bondadosos.
Muy temprano, mucha gente comenzó a acudir en masa a la zona donde se celebraba el programa "Viaje Rojo". Llegaron en moto, autobús e incluso personas de localidades vecinas para participar. Sin que nadie se lo dijera, todos vestían de forma sencilla y pulcra, con invitaciones o formularios de registro para donar sangre. Algunos iban solos, o familias de tres generaciones. El color rojo estaba presente en camisetas, gorras, pancartas y carteles con el lema "Viaje Rojo - Conectando la Sangre Vietnamita".
Me detuve un buen rato en la recepción. Allí, una joven escuchaba atentamente al médico que explicaba el proceso de donación de sangre. Sus ojos se iluminaron, sin poder ocultar su emoción. Quizás era la primera vez que donaba sangre; un evento pequeño en su vida, pero tenía un significado mayor que cualquier cosa que hubiera preparado. Junto a ella había una señora mayor, delgada pero ágil. No vino a donar sangre, porque su edad no se lo permitía, pero fue a animar a su nieto a donar. Le dijo algo muy suave a su nieto, pero aun así escuché una frase: "¡Hijo mío, donar sangre es algo muy importante!".
Cuando el altavoz anunció el inicio de la ceremonia para honrar a grupos e individuos con destacadas donaciones de sangre, todos guardaron silencio. En el escenario, se anunciaron los nombres de los grupos e individuos uno a uno. No hubo largos aplausos ni grandes felicitaciones, solo pasos lentos, miradas emocionadas y Certificados al Mérito recibidos con ambas manos, atesorados como un recuerdo.
Lo que más recuerdo es la imagen de un hombre bastante mayor. Fue el primero de la familia en donar sangre y luego pasó la antorcha a los demás miembros de la familia. Cuando él y las demás familias subieron al escenario, sentí algo muy sagrado: la bondad no se detiene en una acción, sino que se nutre, se mantiene y se convierte en un valor familiar. No dijeron ni mostraron nada especial, pero bajo las luces del escenario, los representantes de esas familias eran como un símbolo de paz y serenidad.
Inmediatamente después, un grupo de personas de diversas profesiones llegó desde distintas localidades de la provincia de Tien Giang (actual provincia de Dong Thap). Algunos habían donado sangre entre 20 y 30 veces, otros solo unas pocas, pero todos eran iguales, sin presumir. Vinieron con la generosidad de dar por la vida de los demás y regresaron en silencio, sin pedir nada a cambio.
Participar en el programa "Red Journey" me ha hecho comprender una cosa más: donar sangre también es cuestión de fe. Creer que puedes ayudar a alguien a vivir un día más, un mes más o toda la vida. Creer que una pequeña acción de hoy salvará la vida de alguien que no conoces. Creer que la sangre fluye no solo en el cuerpo de una persona, sino también en la comunidad, conectando a las personas con lo más invisible pero preciado...
El segundo programa "Viaje Rojo" de la provincia de Dong Thap no es solo un evento. Es un día en el que todos sienten que pueden hacer algo mejor. Las cifras —más de 200 personas, familias y grupos homenajeados, casi 5000 unidades de sangre recibidas en tan solo los primeros seis meses del año— parecen enormes, pero al mirar a los ojos de cada persona, entiendo que detrás de cada cifra hay una historia.
No todos los que asisten al programa son llamados por su nombre. Hay quienes solo vienen a donar sangre y luego se van; hay médicos y enfermeras que se preparan en silencio, miden la presión arterial, toman muestras y registran información; hay sindicalistas y jóvenes encargados de distribuir agua, mantener el orden y guiar a la gente al área de donación de sangre...
No son prominentes, pero son quienes mantienen vivo el flujo humanitario. O, desde otra perspectiva, veo una organización benéfica que dona para apoyar a familias necesitadas. Sin ruido, sin eslóganes, sin mucho valor, pero llena de amor.
En el programa, al terminar la ceremonia de homenaje, me quedé un rato más. Las filas de sillas estaban despejadas; solo unas pocas personas aprovecharon la oportunidad para tomarse una selfi conmemorativa. Pasé por la zona de recepción de sangre: las bolsas estaban cuidadosamente empaquetadas, alineadas, listas para ser llevadas al hospital. Las bolsas permanecieron allí, en silencio, pero todos sintieron que era un gesto de bondad, un gesto humano, de bondad hacia la vida...
Al regresar del programa "Viaje Rojo", no traje mucho, solo algunas fotos y algunas notas, pero tenía muchos pensamientos. Quizás lo que más me quedó fue esta convicción: no importa cuánto cambie la vida, la bondad sigue siendo valiosa. Cada gota de sangre donada no solo salva a la gente, sino que también nos recuerda que estamos vivos y que vivimos con sentido.
Quang Minh
Fuente: https://baoapbac.vn/xa-hoi/202507/nghi-ve-hanh-trinh-do-hanh-trinh-cua-nhung-trai-tim-1046680/
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