La ciudad es muy hermosa; esta joven capital se construyó junto a la antigua zona urbana anamita, pero se desarrolló de forma independiente y no afectó negativamente a la antigua. Los fundadores de la ciudad tuvieron la prudencia de no tocar las reliquias de esta civilización tan singular, salvo para retirar la basura, limpiar las intersecciones y callejones, y exhibirlas como una valiosa obra de arte. La yuxtaposición de las dos ciudades, el contraste entre la elegancia, las comodidades modernas y la sordidez asiática, es uno de los encantos de Hanói ; desde la perspectiva del artista o del turista amante de lo exótico, esto hace que Hanói sea más popular que Saigón, la ciudad magnífica pero algo desierta, con su apariencia excesivamente administrativa y monótona.
La puerta de un templo nativo en Hanoi
La capital de Tonkín parece destinada a convertirse en una de las ciudades más bellas y agradables del Lejano Oriente, y así es. Es una de esas ciudades que nunca decepciona. Tiene personalidad propia y merece una visita, incluso si el esplendor de Bombay (ahora Mumbai), Batavia o Bangkok aún persiste en la memoria.
Quienes no hayan estado en Hanói en los últimos cuatro o cinco años difícilmente la reconocerán. La ciudad ha cambiado de aspecto desde entonces. No hace mucho, era la Concesión del Río Rojo. Allí estaba y sigue estando la residencia —no me atrevo a llamarla palacio— del gobernador general, su personal y edificios auxiliares. A continuación está la calle Paul Bert [ahora Trang Tien], donde viven los comerciantes. Parece que este grupo intenta aplicar la buena práctica británica de separar la familia del trabajo, el hogar de la oficina. Jóvenes y mayores por igual empiezan a ceder a la necesidad de aire y espacio. Han surgido numerosas villas con jardín en los nuevos bulevares. Es cierto que todavía están bastante dispersas, y que aún hay muchos terrenos baldíos; pero estos lugares tarde o temprano serán ocupados.
Mientras Tonkín siga prosperando, Hanói, con una población de más de 60.000 habitantes, seguirá expandiéndose más allá de Hai Phong , incluso superando a su rival más joven. Pero, en definitiva, esto es solo una impresión, sobre la que difícilmente puedo basar un juicio definitivo. Sin embargo, esta impresión es algo que muchos turistas, tanto franceses como extranjeros, han percibido. Cualquiera que pase aquí, aunque sea unos días, queda cautivado no solo por la singularidad del paisaje, sino también por las ventajas de su ubicación. Hanói siempre ha sido la verdadera capital del país. La naturaleza ha convertido a Hanói en el corazón de este territorio, cuyas principales arterias son los arroyos que desembocan en el Río Rojo.
Mujeres anamitas en Hanoi
Ahora mismo, hay vida, movimiento y alegría en las calles que contrasta marcadamente con el silencio soñoliento de muchas otras ciudades coloniales. Los rostros son más relajados, las conversaciones y discusiones más agradables, todo ello reflejando alegría por la vida, una firme aceptación de las dificultades iniciales y una firme fe en el futuro. Quizás me equivoque. Quizás me deje engañar por las apariencias. El aspecto inicial de Hanói ha superado con creces mis expectativas. Dicen que es solo una fachada. Necesitamos ver qué se esconde tras este exterior ostentoso. No me importa, y añadiré que, al menos por ahora, no me importa. ¿Para qué arruinar tu alegría con pensamientos sombríos? Observa el escenario antes de juzgar la obra.
El paisaje es realmente encantador, sobre todo por las mañanas, aún húmedas por el rocío nocturno, o por las tardes calurosas, cuando termina la siesta y se trabaja. Hanoi entero, desde los funcionarios hasta los militares, sale a las afueras para disfrutar del aire fresco del nuevo Jardín Experimental [ahora Jardín Botánico], por la calle Grand-Bouddha [ahora calle Quan Thanh], un paseo llamado Tour de Bois. A partir de las cuatro, aparecen los jinetes y su séquito: los pequeños caballos del país, agresivos, pisando fuerte, los carruajes de cuatro ruedas, las bonitas cestas sujetas a los carruajes, los ligeros carruajes de los balnearios de aguas termales. Y a orillas del Pequeño Lago [es decir, el lago Hoan Kiem], la gente compite por lucir sus etéreos trajes.
Milagrosamente, este pequeño lago, antaño pantano y vertedero, es ahora tan cristalino como un lago de montaña, realzando los cabos y bahías en los exuberantes prados de un parque sombrío y florido. En un pequeño montículo conectado a la orilla por un puente de madera, se alza un antiguo templo, carcomido en muchos puntos, pero aún elegante, con su sombra tanto contra el cielo como sobre las tranquilas aguas.
Al otro lado del lago se encuentra el Barrio Antiguo de Hanói, una ciudad nativa encalada. Esta medida se estipula en un decreto emitido recientemente por la ciudad para prevenir una preocupante epidemia con la llegada del calor. El encalado confiere a las casas bajas, a los compartimentos estrechos y apiñados, con sus tejados tocando las cumbreras diagonales, el aspecto de una ciudad de Asia Occidental, un rincón de Túnez o Esmirna. Tanto las divisiones internas como la agrupación de oficios y mercancías guardan semejanza con las ciudades del antiguo Oriente Medio, donde costumbres similares aún no han desaparecido. En resumen, se trata de una ciudad primitiva, de tipo asiático o europeo, con sus elementos contiguos pero puros, su peculiar estrechez, la rivalidad entre pequeñas repúblicas de artesanos y comerciantes, gentes "cercanas pero lejanas" que se cuidan mutuamente... La historia es, en efecto, una repetición constante, e inicialmente el instinto de la vida social casi siempre se manifiesta de formas similares en todos los pueblos. (continuación)
(Nguyen Quang Dieu citado del libro Alrededor de Asia: Cochinchina, Vietnam Central y Vietnam del Norte, traducido por Hoang Thi Hang y Bui Thi He, AlphaBooks - Centro de Archivos Nacionales I y Dan Tri Publishing House publicado en julio de 2024)
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Fuente: https://thanhnien.vn/du-ky-viet-nam-ha-noi-thu-phu-xu-bac-ky-18524121322015199.htm
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