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¿Estamos cada vez menos felices?

Báo Sài Gòn Giải phóngBáo Sài Gòn Giải phóng26/11/2023

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Cuando era niña, cada vez que mi madre iba al mercado, yo estaba en casa inquieta, esperando a que volviera.

A veces, mi madre simplemente nos compraba una piruleta, un donut o un paquete de arroz glutinoso, y eso nos hacía sentir como niños felices y alegres, corriendo por el patio con los ojos brillando de felicidad.

De niña, me emocionaba muchísimo cada vez que llegaba el Tet, contaba los días que faltaban para que se acabara el calendario. También quería que el tiempo pasara rápido cuando iba a la escuela para poder tener vacaciones. Cada Tet, mi madre me llevaba al mercado a comprarme ropa y zapatos nuevos, cuidándolos con cariño y esmero. Cuando llegaba el Tet, me vestía elegante y presumía ante todo el pueblo.

Cada mediodía de verano, comprar un par de sandalias gastadas para intercambiarlas por un helado o un caramelo masticable y reunirse a comerlas alegraba a todo el grupo y lo vitoreaba a carcajadas. Recuerdo que cada tarde, en los vastos arrozales, los niños se reunían para atrapar saltamontes, grillos, peces y cangrejos, y luego jugaban a la peonza, a la rayuela, a la comba y al escondite. Los vítores y las risas resonaban por todo el campo. Recuerdo los días de mi infancia, cuando la felicidad era tan sencilla.

Luego crecemos, nuestros padres envejecen, la vida es más cómoda ahora, podemos comprar exquisiteces caras, ropa o zapatos bonitos. Pero ya no encontramos la emoción y la felicidad de nuestra juventud. ¿Será porque nuestra vida ajetreada y llena de comodidades nos hace sentir así? ¿Será porque la definición de felicidad cambia con la edad?

Algunos creen que se debe a las expectativas de cada uno: cuanto más altas son, menor es la posibilidad de ser feliz. Ahora dependemos de las redes sociales, donde nuestros amigos y hermanos siempre están en la cima, comiendo comida deliciosa, hospedándose en lugares lujosos, haciendo cosas extraordinarias... haciéndonos sentir inferiores, inútiles. Nuestras expectativas están demasiado influenciadas por los logros de los demás, haciéndonos sentir fracasados. Siempre nos sentimos privados, necesitamos comprar más, tener más... y, al final, nos sentimos infelices cuando no podemos comprar el mundo entero.

Muchos jóvenes de hoy son diferentes a los de entonces: piensan más en encontrar la felicidad. Pero al pensar en cómo ser felices, se les hace más difícil lograrlo, porque dedicar tiempo a pensar en ella no nos ayuda a ser más felices. En una vida donde todos lidian con el ciclo de las cosas materiales y el dinero, pocas personas se sienten felices hoy en día.

Al fin y al cabo, la felicidad es un estado mental, por lo que solo se encuentra en la mente, es decir, en el interior de cada persona. Debido a los cambios en el entorno social, una parte de los jóvenes de hoy se inclina cada vez más a buscar la felicidad a través de factores externos (comida deliciosa, ropa bonita, fama, viajar por el mundo, enamorarse de chicos y chicas atractivos...) en lugar de fijarse en valores puramente espirituales, por lo que les será más difícil alcanzar la verdadera felicidad.


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