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| En comparación con la previsión de hace apenas un mes de que el Reino Unido entraría en recesión este año, el FMI ahora prevé un modesto crecimiento del 0,4 % en 2023. (Fuente: Shutterstock) |
Un dilema político que se verá exacerbado por fuerzas geopolíticas y económicas más amplias.
Desafíos clave
La última evaluación del Fondo Monetario Internacional sobre la economía del Reino Unido, realizada en abril de 2023, contenía buenas noticias. En comparación con la previsión de hace apenas un mes de que el Reino Unido entraría en recesión este año, el FMI ahora prevé un modesto crecimiento del 0,4 % en 2023.
Pero es importante considerar estas buenas noticias a largo plazo. A corto plazo, se prevé que el rendimiento económico de Gran Bretaña se mantenga entre los más bajos del mundo industrializado. La inflación se mantiene alta y persistente. Y a largo plazo, la baja productividad seguirá lastrando el crecimiento y el nivel de vida.
Algunos de estos problemas a corto plazo se han visto agravados por cuestiones internacionales, como el conflicto en Ucrania y los consiguientes altos precios de la energía y los alimentos, así como por las interrupciones en las cadenas de suministro globales durante la pandemia de COVID-19. Mientras tanto, en el Reino Unido, a pesar de la continua migración neta al país, muchas empresas informan que aún no pueden contratar suficientes trabajadores cualificados.
También hay indicios de que la inflación se ha agudizado en el Reino Unido más que en otros lugares. Contrariamente a las expectativas del mercado, la inflación subyacente del Reino Unido aumentó en abril. El Banco de Inglaterra ha advertido que la menor competencia de las empresas europeas está permitiendo que las empresas británicas suban los precios. Los trabajadores exigen aumentos salariales que se ajusten a la alta inflación, lo que agrava la presión derivada de la escasez de mano de obra.
Finalmente, las medidas del "minipresupuesto" del gobierno de la ex primera ministra Liz Truss en otoño de 2022 añadieron más tensión e incertidumbre a la economía británica. La reacción del mercado a la estrategia de recortes de impuestos anunciada en el "minipresupuesto" fue inmediata y contundente.
A pesar de la reversión de las medidas del “minipresupuesto” y otras medidas de consolidación introducidas en el presupuesto de marzo de 2023, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR) prevé que la deuda pública seguirá aumentando durante los próximos cuatro años, lo que pone de relieve la falta de espacio fiscal que enfrenta el gobierno.
Dilema político
Las prioridades actuales del gobierno del Reino Unido son reducir la inflación a su objetivo del 2% y comenzar a reducir el déficit presupuestario y la deuda pública. Estos objetivos buscan acelerar el crecimiento de la economía mediante el aumento del número de personas empleadas. Si bien el desempleo se mantiene bajo en términos históricos, esto refleja un aumento en el número de personas que no participan en la fuerza laboral y un crecimiento de la productividad muy bajo.
El dilema político a corto plazo es cómo reducir la inflación sin perjudicar el crecimiento. La prioridad del "minipresupuesto" de otoño de 2022 fue el crecimiento, generado mediante recortes de impuestos, pero ese esfuerzo se vio frustrado por la reacción negativa del mercado. La prioridad ahora es reducir la inflación rápidamente, lo que significa que tanto la política monetaria como la fiscal deberán ser restrictivas durante un tiempo.
El desafío a largo plazo es la baja productividad laboral. Mejorarla es clave para un crecimiento económico sostenible a largo plazo, pero el FMI estima que la tasa de crecimiento del Reino Unido es de tan solo el 1,5 % anual.
Los dos principales impulsores del crecimiento de la productividad son la mejora de la calidad de la fuerza laboral y el aumento de la cantidad y la calidad de la inversión productiva. Sin embargo, ninguno de estos es fácil de lograr ni se puede lograr rápidamente.
Aumentar la fuerza laboral también requiere capacitación y educación, y puede tardar años en dar frutos. Aumentar la inversión podría acelerar el progreso, pero dado el ajuste interno (especialmente de los recursos públicos), la inversión podría verse limitada en el contexto actual.
Una vía más rápida es atraer capital extranjero, en particular inversión extranjera directa (IED). Esto también puede ser más eficaz, ya que la inversión extranjera suele aportar tecnología de vanguardia y aumenta la competencia, obligando a las empresas nacionales a operar con mayor eficiencia y productividad.
Un entorno global fragmentado
El Reino Unido tiene muchos atractivos como destino de IED, pero el Brexit lo convierte en una opción menos atractiva debido a las restricciones a las exportaciones a la UE.
Este es un aspecto de la fragmentación geoeconómica. Las últimas Perspectivas de la Economía Mundial destacan algunos avances recientes en el comercio multilateral, la inversión y la tecnología. En cambio, existe presión para que los países se centren más en la autosuficiencia y las buenas relaciones con países alineados geopolíticamente, la llamada amistad.
El Brexit, las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China y el conflicto entre Rusia y Ucrania son ejemplos de esta tendencia, que está poniendo en entredicho las relaciones económicas y políticas internacionales. En términos más generales, el creciente descontento público con la globalización está fomentando políticas más aislacionistas.
Un ejemplo clave es la reciente introducción de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) y la Ley CHIPS y Ciencia en los EE.UU., que proporcionaron más de 400 mil millones de dólares en créditos fiscales, subvenciones y préstamos para apoyar a la industria nacional de semiconductores y la fabricación de tecnología limpia.
El objetivo principal es contrarrestar la creciente importancia de China en sectores estratégicos como los semiconductores y los vehículos eléctricos, a la vez que se atrae inversión extranjera y empleo. La UE también está desarrollando su propio paquete de subvenciones.
El FMI concluyó que esta fragmentación generaría grandes pérdidas de producción y efectos colaterales negativos para la economía mundial, especialmente para los países que sufrirían pérdidas debido a que la inversión se desviaría a otras partes.
El Reino Unido se enfrenta a graves desafíos internos con un margen limitado de intervención fiscal para abordarlos. Si la fragmentación geoeconómica persiste y se intensifica, afectará cada vez más las relaciones internacionales, revertirá la globalización y afectará negativamente el nivel de vida en muchos países.
Como economía abierta, es probable que el Reino Unido se vea particularmente afectado por estas fuerzas. Podría verse obligado a seguir el ejemplo de EE. UU. y la UE y otorgar más subsidios industriales —por ejemplo, a los fabricantes de baterías— o perder terreno en la competencia por atraer y retener industrias de alta tecnología y energías limpias.
Con recursos financieros limitados, eso significa que Gran Bretaña debe construir alianzas con socios más grandes (incluyendo trabajar más de cerca con la UE y los EE. UU. en ciencia, tecnología y cuestiones regulatorias) o correr el riesgo de perder en un entorno global fragmentado.
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