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Practicando el ahorro: De los valores tradicionales a la estrategia nacional de desarrollo

Ahorrar ya no es una elección de tiempos malos, sino el coraje de un país que lucha por modernizarse e integrarse.

Báo Lào CaiBáo Lào Cai02/08/2025

En ese flujo, es necesario reposicionar la cultura del ahorro –desde las tradiciones ancestrales a las acciones actuales, desde las cualidades personales a los principios institucionales, desde cada hogar al sistema de autoridades públicas– para convertirse en el pegamento que una la confianza social y la fuerza interna para el desarrollo sostenible.

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Un valor cultural vivo en la vida cotidiana

En un importante artículo titulado “Practicar el ahorro y combatir el despilfarro es una responsabilidad común”, el Secretario General To Lam afirmó un principio fundamental: “Practicar el ahorro y combatir el despilfarro es algo que debe llevarse a cabo en la vida de cada individuo y de toda la sociedad, y es la piedra angular que contribuye a la construcción de una sociedad civilizada y sosteniblemente desarrollada”. Esta declaración no solo sitúa el ahorro en la dimensión correcta de una responsabilidad social, sino que también lo posiciona como un valor cultural esencial que debe vivirse en cada comportamiento cotidiano y en cada institución de la vida moderna.

Practicar el ahorro ya no es una elección moral personal, sino que debe convertirse en una norma cultural y social universal que rija todo, desde la vida familiar hasta la política nacional, desde el comportamiento ciudadano hasta las acciones de quienes ostentan el poder. Cuando el ahorro se define como «alimento, agua y ropa diarios», como enfatizó el Secretario General , deja de ser un eslogan administrativo para convertirse en una forma de pensar, un estilo de vida y una acción cultural voluntaria y permanente. Hoy en día, el ahorro no se impone desde afuera, sino que se nutre desde dentro, convirtiéndose en parte de la personalidad ciudadana y la cultura organizacional.

Por lo tanto, el ahorro debe estar presente en cada pequeño hábito: apagar las luces al salir de la habitación, imprimir por ambas caras de los documentos, usar el agua adecuadamente, compartir coche en lugar de uno público para cada persona, no organizar reuniones formales, no presumir de imagen, no gastar el presupuesto en ceremonias ostentosas... Esos comportamientos aparentemente triviales son donde se demuestra la madurez cultural de cada individuo y de la comunidad. Porque una sociedad civilizada no es una sociedad que gasta mucho, sino una sociedad que usa correctamente, usa lo suficiente y usa responsablemente.

Pero para que el ahorro sea una cultura viva, no podemos depender únicamente de la educación moral ni de la propaganda formal. Necesitamos establecer condiciones culturales para que el ahorro germine y sea sostenible: diseñando normas de comportamiento en el lugar de trabajo; fomentando iniciativas creativas para ahorrar energía, materiales y tiempo; construyendo modelos de comunidades de consumo responsable; honrando a los grupos e individuos que están a la vanguardia de la innovación en ahorro asociada a la eficiencia social. Necesitamos convertir el ahorro en un factor que moldee la reputación, la marca y las cualidades morales, no solo una cuestión de gasto.

Aquí, la cuestión ya no es solo "cuánto dinero ahorrar", sino "¿qué valores vivimos?". Una sociedad donde los funcionarios no malgastan tiempo en reuniones, los profesores no malgastan papel ni tinta, los agricultores no malgastan agua de riego, los estudiantes no malgastan tiempo de estudio: esa es una sociedad con una cultura del ahorro. Esa sociedad no necesita coerción ni eslóganes, sino que opera con una convicción silenciosa: cada acción responsable hoy es un pilar sostenible para el futuro de la nación.

El ahorro es una tradición nacional que es necesario heredar y desarrollar con un espíritu moderno.

Desde la historia, el pueblo vietnamita ha forjado un sistema de valores vitales asociados con la virtud del ahorro. No es casualidad que el acervo de canciones y proverbios populares vietnamitas esté repleto de dichos como: "Come con inteligencia para saciarte, vístete con inteligencia para abrigarte", "Ahorra poco para ganar mucho" y "Es mejor ahorrar menos que desperdiciar". Estos dichos no son simplemente consejos de moderación en el gasto, sino también una filosofía de vida que refleja la forma responsable de comportarse del pueblo vietnamita con la familia, la comunidad y la naturaleza. En un país que ha sufrido guerras, pobreza, desastres naturales e incluso hambrunas históricas, ahorrar no solo es sabio, sino también una cuestión de supervivencia, moralidad y disciplina.

En el contexto de una profunda integración internacional, una sólida transformación digital y un desarrollo sostenible que se convierten en requisitos urgentes, la tradición de ahorrar de nuestros antepasados necesita renovarse. Ahorrar en la era moderna ya no es tacañería, sino una manifestación de una cultura de consumo selectivo, una cultura organizacional que sabe gestionar riesgos y una cultura estatal que sabe anteponer los intereses de la comunidad a los intereses a corto plazo. En un nivel más profundo, es la forma en que cada persona e institución preserva recursos limitados para el futuro: para hijos y nietos, para las generaciones venideras.

Si en el pasado los vietnamitas ahorraban gracias a la pobreza, hoy ahorramos por amor propio, porque entendemos que vivir responsablemente con los recursos, el esfuerzo y el tiempo es la máxima expresión de patriotismo en tiempos de paz. Así es también como preservamos el espíritu de nuestros antepasados de forma creativa y vivaz, en sintonía con el ritmo del mundo moderno.

Ahorrar es un comportamiento cultural sistemático: necesita organización, mecanismo y modelo a seguir.

Si la cultura del ahorro es un árbol, entonces el sistema organizacional, las políticas y los modelos a seguir son el suelo y el clima que lo nutren para que eche raíces y dé frutos. Un comportamiento cultural, por muy bueno que sea, sin un entorno institucional favorable y la guía del líder, caerá fácilmente en la formalidad y se desvanecerá con el tiempo. Lo mismo ocurre con el ahorro: no puede promoverse solo con discursos o eslóganes, sino que debe materializarse en el mecanismo de gestión, en el diseño de políticas específicas y en el comportamiento diario de los responsables.

El comportamiento ejemplar, como enfatizó una vez el Secretario General, es el factor decisivo. Un funcionario que dedica tiempo a la gente es un líder responsable. Un líder que no acepta flores de felicitación ni celebra fiestas suntuosas con motivo de su nombramiento está haciendo una declaración moral con sus acciones. Un líder que opta por usar un coche oficial económico, organiza una conferencia sin regalos y ofrece una recepción sencilla, está enviando un mensaje contundente: una cultura de ahorro empieza por el conductor.

Sin embargo, un comportamiento ejemplar debe ir acompañado de un mecanismo de control. Sin sanciones transparentes ni evaluaciones cuantitativas, las peticiones de ahorro pueden convertirse fácilmente en una formalidad. Una oficina puede colgar el lema "Ahorra en la práctica" en la puerta, pero en su interior sigue organizando reuniones ostentosas y comprando activos públicos por encima del límite, lo cual es contracultural. Por lo tanto, se necesita un diseño institucional sólido: un mecanismo de seguimiento del presupuesto público, un proceso de auditoría independiente, la evaluación de la eficiencia del gasto con base en los resultados y la aplicación de tecnología digital en la gestión pública para limitar las pérdidas y transparentar cada céntimo del presupuesto.

El ahorro, en su nivel más profundo, es un comportamiento cultural, pero solo puede convertirse en hábito cuando es sistematizado por las instituciones. El Estado debe liderar el ahorro para dar ejemplo a toda la sociedad. Los gobiernos de todos los niveles, los ministerios y las empresas estatales deben publicar periódicamente indicadores sobre el gasto administrativo, los activos públicos y la eficiencia de los recursos. Cada componente del sistema —desde las salas de reuniones, los vehículos y el material de oficina hasta la electricidad, el agua y el personal— debe contar con estándares de uso claros y evaluaciones de eficiencia.

Esto no es solo una forma de ahorrar, sino una forma de construir una administración cultural donde se valore cada gota de esfuerzo y cada céntimo del presupuesto se invierta en lo que corresponde. Solo entonces el ahorro se convertirá verdaderamente en un comportamiento cultural sistemático: una cualidad personal, una ética comunitaria y una estructura de gobernanza nacional.

El ahorro es una prueba de la moralidad pública y de la confianza social.

El Secretario General To Lam afirmó en el artículo que esta es “una de las soluciones más fundamentales para que el país supere todas las tormentas”. Tras esta propuesta económica aparentemente árida se esconde un profundo significado cultural y ético: cada expresión de ahorro, o por el contrario, cada expresión de despilfarro, es una verdadera medida de la ética pública y de la confianza que la sociedad deposita en el aparato público.

Dondequiera que haya conferencias innecesarias y ostentosas, la gente se sentirá excluida del proceso de reforma. Donde haya gastos excesivos en fiestas, regalos y compras formales, la confianza en el gobierno se erosionará poco a poco. Casos de compra de bienes públicos fuera de lo habitual, la construcción de grandes sedes en el corazón de un barrio pobre, o funcionarios que exhiben productos de marca, o el abuso de vehículos públicos: estos no son solo violaciones financieras, sino también ultrajes morales, manifestaciones de un poder separado del pueblo.

El ahorro, si se practica de forma adecuada y profunda, es el mayor compromiso moral de los funcionarios con el pueblo.

Cuando los líderes se niegan voluntariamente a aceptar regalos el día de su nombramiento, cuando los funcionarios optan por celebrar reuniones en línea para reducir costos laborales, cuando las agencias estatales se niegan a usar formalidades y derroches, es cuando la confianza se restaura mediante acciones concretas. La gente no exige un gobierno perfecto, sino uno que sea frugal como ellos mismos, ahorrando cada centavo, cada minuto, cada centímetro de tierra.

Por lo tanto, el artículo del Secretario General no elude, sino que aborda directamente las paradojas existentes. En algunos lugares se organiza un resumen preliminar del movimiento ahorrativo… con una conferencia ostentosa. Hay personas que abogan por el ahorro en público, pero gastan a manos llenas en su vida privada. Hay entidades que organizan el aniversario del establecimiento de la industria con un escenario valuado en decenas de miles de millones de dongs, mientras que en las zonas afectadas por las inundaciones la gente sigue padeciendo hambre, frío y escasez de agua potable. Estas paradojas no solo invalidan las políticas correctas, sino que también dañan la confianza ciudadana, que es muy difícil de construir.

Por lo tanto, el ahorro, a nivel estatal, no puede ser una iniciativa a corto plazo. Debe convertirse en un mecanismo ético estable y verificable. Es necesario un sistema de monitoreo independiente y transparente del gasto público. Es necesario realizar una evaluación anual del nivel real de ahorro en cada agencia, localidad y unidad. Es necesario elogiar los modelos e iniciativas de ahorro eficaces y controlar estrictamente el despilfarro, especialmente de los líderes. Porque nadie tiene derecho a vivir a lo grande con el dinero de los impuestos.

Al mismo tiempo, el ahorro debe convertirse en un indicador de la cultura organizacional. Una organización que vive de forma sencilla, eficiente y económica suele ser una organización bien gestionada y disciplinada que mantiene la confianza interna. Por otro lado, una organización que desperdicia recursos, tanto financieros como de tiempo y humanos, suele revelar debilidades en el pensamiento estratégico, falta de cohesión y decadencia moral. Este es también el punto clave que enfatizó el Secretario General: Para un desarrollo sostenible, debemos partir del ahorro como valor fundamental, y no podemos seguir el camino de la "grandilocución" y vaciar el contenido.

Finalmente, al considerar el ahorro como una prueba de ética pública y confianza social, también debemos plantearnos una pregunta: ¿Qué ha hecho cada individuo para contribuir a esa cultura del ahorro? No se trata solo de la historia de los líderes o del aparato administrativo, sino también del trabajo de cada ciudadano: ¿Ahorramos electricidad, agua, tiempo? ¿Ahorramos palabras vacías, ostentación innecesaria en redes sociales, comportamientos inútiles que desperdician energía mental social?

Cuando cada persona viva con disciplina en el gasto y sea responsable ante la comunidad, esa sociedad formará un estándar moral sostenible, donde el ahorro ya no será un eslogan, sino una expresión viva de cultura y conciencia.

El ahorro es una estrategia para el desarrollo y el despertar de la fuerza nacional en la nueva era.

Cada período histórico de una nación requiere una estrategia de desarrollo adecuada al contexto, las condiciones y la visión de la época. Si en los años de guerra, el ahorro era para sobrevivir y triunfar; en los años de innovación, para superar las dificultades; hoy, en la era de la integración profunda, la revolución industrial 4.0 y el cambio climático global, el ahorro debe reposicionarse: no solo como una virtud, sino como una estrategia de desarrollo a largo plazo, sostenible y con una profunda convicción cultural.

El artículo del Secretario General To Lam señaló claramente que el ahorro no puede ser una reacción ante la adversidad, sino que debe organizarse proactivamente como método de gobernanza nacional moderna. En un contexto de recursos cada vez más escasos, desafíos climáticos cada vez más graves, aumento de la deuda pública y riesgos financieros globales inminentes, cada acto de ahorro hoy sirve para preservar el sustento de las generaciones futuras. Ese es el temple de una nación madura: saber filtrar lo esencial, abandonar con valentía lo frívolo y centrarse en lo sostenible en lugar de la grandiosidad momentánea.

Ahorrar, en sentido amplio, es la manera de transformar la escasez en eficiencia, los desafíos en oportunidades y los recursos limitados en motivación inagotable. Una ciudad que sabe reciclar residuos, ahorrar electricidad y gestionar el tráfico de forma inteligente es una ciudad que se desarrolla de forma sostenible. Una educación que reduce la impresión y aumenta el uso de recursos digitales es una educación que se adapta a los nuevos tiempos. Una industria que invierte en tecnología verde y ahorra energía es la industria del futuro. Y un estado que es frugal en el gasto y se centra en la seguridad social es un estado popular y de confianza mundial.

El ahorro no se limita solo a la gestión estatal; también es una estrategia para despertar la fuerza interior de la gente. Durante generaciones, los vietnamitas han tenido la tradición de "dar más a los demás", "comer bien y vestir bien" y "ahorrar poco a poco". Cuando esta tradición se reavive en nuevas condiciones —mediante la tecnología, la educación y las instituciones de incentivos—, la fuerza de la gente se convertirá en el "capital sin intereses" más poderoso. Cada ciudadano y cada empresa que sabe vivir con frugalidad invierte proactivamente en su propio futuro, contribuyendo a la formación de una economía circular, una economía colaborativa y una economía del conocimiento, donde se optimizan los costes, se mejora la eficiencia y los beneficios se combinan en lugar de fragmentarse.

Por lo tanto, ahorrar ya no consiste simplemente en reducir el gasto, sino en optimizar todos los recursos nacionales: desde los financieros, humanos y materiales, hasta el tiempo, el espacio e incluso la energía socioemocional. Cuando las personas perciben que su entorno vital genera menos desperdicio, el aparato gubernamental opera de forma más compacta y las políticas se diseñan de forma racional, se sienten motivadas a cambiar su comportamiento: vivir de forma más ecológica, gastar de forma más responsable y participar más activamente en la comunidad. Esta resonancia es la prueba más clara del papel del ahorro en la estrategia nacional de desarrollo.

En el contexto de Vietnam, que lucha por convertirse en un país desarrollado para 2045, el ahorro es la "plataforma de lanzamiento invisible" de todos los planes de acción. Ninguna estrategia puede ser sostenible si desperdicia recursos. Ninguna economía puede competir si los costos de producción son demasiado altos debido a una mala gestión. Ningún país puede mejorar la calidad de vida si sigue permitiendo que su gente malgaste sus esfuerzos en el desperdicio invisible de un sistema engorroso. Por lo tanto, ahorrar no se trata solo de "conservar", sino de allanar el camino hacia el desarrollo, cuando cada centavo, cada minuto, cada grano de recurso se destina al lugar correcto, en el momento oportuno y para el propósito correcto.

El Secretario General propuso lanzar el “Día Nacional del Ahorro” no solo como un evento social, sino también como una declaración cultural, afirmando que el desarrollo no tiene por qué ser sinónimo de desperdicio. Al contrario, cuanto más sepamos ahorrar, más podremos despertar la inteligencia, la compasión y el espíritu de innovación: las raíces profundas del desarrollo real y sostenible.

El ahorro, por tanto, no es un paso atrás, sino un paso estratégico hacia adelante en el pensamiento desarrollista de una nación experimentada, madura y confiada para entrar en el futuro.

Periódico del Ejército Popular

Fuente: https://baolaocai.vn/thuc-hanh-tiet-kiem-tu-gia-tri-truyen-thong-den-chien-luoc-phat-trien-quoc-gia-post878560.html


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