A pesar de su increíble capacidad de regeneración, el hígado no es invulnerable. Muchos hábitos cotidianos aparentemente inofensivos pueden deteriorarlo silenciosamente, causando enfermedades graves como cirrosis o incluso insuficiencia hepática a largo plazo. - Foto: AI
Un aspecto peligroso es que las enfermedades del hígado a menudo progresan de forma silenciosa, con síntomas vagos como fatiga prolongada, náuseas... Sólo cuando el daño se vuelve más grave, se hacen evidentes signos como ictericia y ojos amarillos.
A continuación se presentan cinco hábitos comunes que pueden estar dañando silenciosamente su hígado.
consumo excesivo de alcohol
Cuando se habla de enfermedad hepática, muchas personas piensan inmediatamente en el alcohol, y no es de extrañar. Al beber alcohol, el hígado debe trabajar para metabolizarlo y eliminarlo del cuerpo. Sin embargo, si se consume en exceso, el hígado no puede procesarlo a tiempo, lo que provoca la acumulación de sustancias tóxicas y el daño a las células hepáticas.
La enfermedad hepática alcohólica progresa en tres etapas: primero, hígado graso, que a menudo no presenta síntomas evidentes y puede revertirse si se deja de beber. Si se continúa bebiendo, se produce hepatitis alcohólica, momento en el que el hígado se inflama y cicatriza. Finalmente, el daño progresa a fibrosis permanente, que afecta gravemente la función hepática.
Incluso el consumo moderado de alcohol durante un período prolongado puede ser perjudicial, especialmente si se combina con la obesidad o el tabaquismo. Los expertos recomiendan no consumir más de 14 unidades de alcohol a la semana (unas seis cervezas o siete copas de vino) y tener al menos algunos días sin alcohol a la semana para que el hígado tenga tiempo de recuperarse.
dieta poco saludable
No beber alcohol no significa que tu hígado esté sano y salvo. Una dieta rica en azúcar, grasas saturadas y alimentos procesados puede provocar hígado graso metabólico.
Cuando se acumula demasiada grasa en el hígado, este órgano pierde su función y se vuelve susceptible a inflamación, daño y cicatrización. Las personas con sobrepeso, especialmente aquellas con grasa abdominal, tienen un mayor riesgo de desarrollar MASLD. Esta enfermedad también se asocia con factores como la hipertensión arterial, la diabetes y los niveles elevados de lípidos en sangre.
Los alimentos ricos en grasas saturadas (carnes rojas, frituras, comida rápida), los dulces y las bebidas carbonatadas son los principales responsables. Un estudio de 2018 reveló que las personas que bebían muchos refrescos tenían un 40 % más de riesgo de padecer hígado graso que quienes bebían menos.
Por el contrario, una dieta equilibrada rica en verduras, frutas, cereales integrales, legumbres y pescado puede ayudar a reducir la grasa del hígado y mejorar otros factores de riesgo como el azúcar en sangre y el colesterol.
Además, beber suficiente agua, unos 8 vasos al día, también ayuda al hígado en el proceso de desintoxicación.
Abuso de analgésicos
El paracetamol (acetaminofén) es un analgésico común, utilizado por muchas personas para tratar dolores de cabeza, dolores musculares y fiebre. Sin embargo, si se toma en exceso, incluso ligeramente por encima de la dosis recomendada, puede causar daño hepático grave.
Durante el metabolismo del paracetamol, el hígado produce un subproducto tóxico llamado NAPQI. En caso de sobredosis, el hígado no tiene suficiente glutatión para neutralizar el NAPQI, lo que provoca daño hepático e incluso insuficiencia hepática aguda, que puede ser mortal.
Es especialmente peligroso tomar paracetamol con alcohol, ya que este reduce la capacidad del hígado para descomponer toxinas. Siga la dosis correcta y consulte a su médico si necesita tomar el medicamento con regularidad.
Sedentario
Un estilo de vida sedentario no solo afecta el sistema cardiovascular, sino que también es una amenaza silenciosa para el hígado. Durante la inactividad, el cuerpo acumula grasa con facilidad, reduce la sensibilidad a la insulina y causa trastornos metabólicos. Estos factores favorecen el hígado graso.
Afortunadamente, el ejercicio regular puede mejorar la función hepática, incluso si no se ha perdido peso. Un estudio reveló que, tras solo ocho semanas de entrenamiento con pesas, la grasa hepática disminuyó un 13 %. Caminar a paso ligero durante 30 minutos al día, cinco veces por semana, también puede ser beneficioso.
De fumar
Fumar no solo daña los pulmones y el corazón, sino también el hígado. Miles de sustancias químicas tóxicas presentes en el humo del cigarrillo aumentan la carga de desintoxicación del hígado, lo que provoca estrés oxidativo, una afección en la que los radicales libres destruyen las células hepáticas y causan fibrosis.
Fumar también aumenta el riesgo de cáncer de hígado debido a la presencia de numerosos carcinógenos como las nitrosaminas, el cloruro de vinilo y el alquitrán. Según las estadísticas del Reino Unido, aproximadamente el 20 % de los casos de cáncer de hígado están relacionados con el tabaquismo.
El hígado es un órgano resistente, pero no invencible. Protegerlo debe comenzar con hábitos sencillos:
Beber alcohol con moderación
Dejar de fumar
Use el medicamento según las indicaciones
Alimentación equilibrada
Hacer ejercicio regularmente
Bebe suficiente agua todos los días
Si nota algún síntoma inusual, como fatiga prolongada, náuseas o coloración amarillenta en la piel o los ojos, no lo ignore. La detección temprana de problemas hepáticos ayudará a un tratamiento más eficaz.
Fuente: https://tuoitre.vn/5-thoi-quen-hang-ngay-am-tham-gay-hai-gan-20250622094024504.htm
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