Un estudiante de Nghe An y su viaje para conquistar su sueño de una blusa blanca
En medio del denso olor a desinfectante, el sonido constante de los respiradores resonaba en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Central de Enfermedades Tropicales. Aquí, cada día es una batalla a vida o muerte, y en esa batalla, los médicos y el personal sanitario nunca se rinden, aunque solo haya un atisbo de esperanza.
El doctor Pham Van Phuc (nacido en 1990) no es un héroe de cuento de hadas. Con sus manos, su mente y su corazón, ha salvado innumerables vidas de las garras de la muerte.
Se suele decir que elegir una carrera médica implica aceptar días sin paz mental. Pero para el Dr. Phuc, no es solo una elección, sino una misión. Una misión a la que ha dedicado toda su juventud y energía a lo largo de los años.
El joven Pham Van Phuc nació y creció en el distrito de Nghi Loc (provincia de Nghe An ). Durante su infancia, el doctor Phuc presenció las frecuentes enfermedades de su padre. Por eso, en su corazón anhelaba ser médico.
Ese sueño se hizo más grande con los años. El estudiante Phuc estudiaba día y noche, diligentemente junto a la lámpara de aceite, decidido a escapar de la pobreza a través del conocimiento. Con todo su esfuerzo, se convirtió en el mejor alumno de la Universidad Médica de Hanói con una calificación de 29.5/30.
Doctor Pham Van Phuc. |
Seis años estudiando medicina general, tres años de residencia en enfermedades infecciosas: esa trayectoria fue la época en que el Dr. Phuc se sumergió en los libros, las noches sin dormir en el hospital para aprender de los profesores y de los casos difíciles. Eligió trabajar en la Unidad de Cuidados Intensivos, eligiendo los casos más graves, donde los médicos no solo necesitan una sólida experiencia, sino también una fortaleza de espíritu.
El Dr. Phuc confesó: «Hubo momentos de agotamiento, en los que me preguntaba si había elegido el camino equivocado. Pero cada vez que veía a un paciente recuperar la vida, me daba cuenta de que esos latidos revitalizados eran la respuesta, la razón de vivir y la razón por la que sigo aquí, intentándolo día y noche».
La implacable batalla contra la muerte
La historia que nos contó el Dr. Phuc no se trataba de trabajar 8 horas y luego volver a casa a descansar; trabajaba con una intensidad mucho mayor. Una jornada de guardia podía durar 24 horas, incluso más si el paciente se encontraba en estado crítico.
El Dr. Phuc cree que si hay un lugar donde los médicos deben estar en la delicada línea entre la vida y la muerte a diario, es la Unidad de Cuidados Intensivos. Aquí no hay margen de error. Una decisión tardía, un juicio erróneo, puede acabar con una vida para siempre.
Los turnos eran interminables, el sueño, irregular, en una silla colocada apresuradamente en un rincón de la habitación. Y había momentos en los que solo podía acostarse un instante y luego levantarse de un salto cuando un paciente empeoraba.
En una ocasión, un paciente con neumonía grave desarrolló insuficiencia respiratoria aguda. A pesar de estar conectado a un respirador, su estado seguía siendo crítico. Durante 48 horas, el Dr. Phuc apenas se levantó de la cama. Monitoreaba directamente, ajustaba el respirador y pesaba cada dosis de medicamento. Cuando el paciente se estabilizó gradualmente, se permitió echarse una siesta rápida en una silla del pasillo. Pero menos de una hora después, otro paciente lo necesitó. Y así se levantó de nuevo...
El doctor Pham Van Phuc monitorea los signos vitales de cada paciente. |
Recordando a un paciente grave de COVID-19 que tuvo que ser conectado a ECMO (corazón y pulmón artificiales), el Dr. Phuc apenas salió de la habitación durante tres días. Cada vez que el paciente mostraba signos de deterioro, se acercaba rápidamente, ajustaba las máquinas y revisaba cada signo vital. Cuando el paciente estuvo fuera de peligro, todos descubrieron que no había comido bien.
La Dra. Nguyen Thi Thuong, jefa de enfermería del Centro de Cuidados Intensivos del Hospital Central de Enfermedades Tropicales, comentó: «Una noche, vi al Sr. Phuc sentado y quedándose dormido justo frente a la habitación del paciente, apoyado en la fría pared, con los ojos hundidos por el cansancio. Pero en cuanto supo que se trataba de un caso grave, se levantó de un salto, como si nunca hubiera tenido sueño».
El Dr. Phuc no solo es médico tratante, sino también profesor para muchos jóvenes médicos. Durante los estresantes días de la epidemia de COVID-19, instruyó directamente cada técnica de colocación de tubos de respiración, reanimación cardíaca y pulmonar, y manejo de complicaciones. Siempre recordaba: «En la profesión médica, no hay lugar para la subjetividad. Un pequeño error puede costarle la vida al paciente».
En 2021, la pandemia de COVID-19 estalló con fuerza. El Hospital Central de Enfermedades Tropicales se convirtió en un foco de contagios con miles de pacientes graves. Los médicos no solo se enfrentaban a la presión laboral, sino también a un alto riesgo de contagio.
El Dr. Phuc recordó: «Había noches en las que toda la sala resonaba con los jadeos de los pacientes, algunos luchando por contener el último aliento. Los médicos trabajaban con trajes de protección ajustados, empapados en sudor, pero nadie se detenía. Todos tenían una sola misión: mantener vivo al paciente».
Un caso especial que el Dr. Phuc no pudo olvidar fue el de una mujer de 30 años embarazada de gemelos que padecía una COVID-19 grave. Al ingresar al hospital, la paciente presentó insuficiencia respiratoria grave. Al tercer día, sufrió un paro cardíaco. Todo el equipo acudió rápidamente a urgencias. Los médicos la conectaron a ECMO y le realizaron una reanimación rápida. Después de más de una hora, el corazón de la paciente volvió a latir. Dos meses después, al recibir la noticia de que la madre y sus dos bebés estaban sanos, el Dr. Phuc guardó silencio. Fue una de las pocas veces que lloró de felicidad. "Hubo momentos en que pensamos que habíamos perdido a la paciente. Pero mientras hubo un rayo de esperanza, nunca nos rendimos", decía la mirada del Dr. Phuc con determinación.
El doctor de azul
En 2020, fue reconocido como uno de los 10 rostros jóvenes más destacados de la capital. Pero al mencionar estos títulos, simplemente sonrió: "No lo hacemos por los premios. Lo hacemos porque los pacientes nos necesitan".
El Dr. Phuc siempre cree: «La juventud no es solo para soñar, sino, sobre todo, para actuar. Siempre he creído que la juventud es la época más hermosa, cuando tenemos el entusiasmo suficiente para contribuir, la salud suficiente para comprometernos y los ideales para lograr grandes cosas. Cuando seas joven, no le temas a las dificultades, no le temas a las adversidades. Atrévete a salir de tu zona de confort y descubre cuánto nos necesita esta vida».
Como Secretario de la Unión Juvenil, el Dr. Phuc inspira no solo con sus palabras, sino también con sus acciones. Desde su época de estudiante, ha participado en programas voluntarios de exámenes y tratamientos médicos, y cuando se convirtió en médico, continuó brindando atención médica a zonas desfavorecidas, ayudando a quienes no podían costear un tratamiento médico.
El Dr. Phuc cree que la juventud no es para esperar ni dudar. Si todos creen no estar listos y temen las dificultades, ¿quién se atreverá a cambiar? El país necesita jóvenes que se atrevan a pensar, a actuar y a sacrificarse para aportar valores a la comunidad.
Para el Dr. Phuc, la juventud no es solo una época para vivir, sino también para sembrar la compasión, la responsabilidad y los nobles ideales. Gracias a jóvenes como él, la sociedad confía más en una generación de jóvenes que no temen a las dificultades y siempre están dispuestos a ayudar a la comunidad y al país.
Cada día, cuando muchos se despiertan para empezar a trabajar, llega el momento en que el Dr. Phuc sale del hospital tras un turno de noche. Regresa a casa con el canto del gallo temprano, con la vista aún cansada, pero el corazón siempre en paz. Para él, la medicina no es solo un trabajo, sino una misión. Esa misión no admite vacilaciones, no hay tiempo que perder. Es una batalla implacable, entre la frágil frontera entre la vida y la muerte.
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