El cielo apacible en mi corazón evoca los días de mi infancia en mi pueblo natal. O arrozales con flores exuberantes bajo el atardecer, el sonido de las flautas de las cometas y los búfalos gordos descansando tranquilamente junto a los setos de bambú. Mi infancia transcurrió entre correr por el campo, persiguiendo saltamontes y langostas, sudar profusamente, pero sin olvidarme de aspirar el aroma del arroz nuevo.
Recuerdo los días en que lo seguía para sacar la roja, cubierta de barro, pero aún con ilusión cada vez que la levantaba para ver su botón de guerra. Había peces y camarones, grandes y pequeños, saltando en la red. Así que todas las noches, al volver, me invitaba a una comida suntuosa.

Foto de la ilustración: baolongan.vn
Malentendidos de infancia incluyen nhias tranquilos con mi abuela, con comidas sencillas que están tan grabados en mi mente que incluso cuando crecen, todavía no puedo olvidar el delicioso y fresco sabor de esas comidas.
Mi abuela era muy hebil; Siempre se aseguraba de que tuviéramos una comida completa. Cuando me enviaron de vuelta al campo a vivir con mi abuela, nuestras comidas de infancia no incluían muchos platos como ahora, solo un tazón de sopa simple, unos camarones, un poco de pescado seco o unos trozos de tofu, pero gracias a mi abuela, ese sabor me acompañó hasta que me encanecí.
A menudo recuerdo cuando estaba con mi abuela. Las comidas con ella en la estera frente a la casa, siempre me servia lo que tenía, y mientras lo hacía, siempre decía: "¡Come, hijo muio!". Sabía que tenía que estar lejos de casa, lejos de mis padres, así que quizás me mimaba más que a mis tuyos y tías. Cuando había un boniato o una yuca enterrada en la tierra, siempre me daba la primera porción.
Después de ir a la universidad, mis hermanas y yo seguimos regresando a menudo en bicicleta a nuestro pueblo. A veces mi tia nos daba patatas, a veces mi tio pescado, unos kilos de arroz, y eso nos ayudó a superar muchas dificultades y carencias, alimentando en mui los recuerdos de mi pueblo.
El dulce aroma del campo hace que quienes llevan una vida ajetreada quieran volver cada vez más. O un cielo apacible con verdes arrozales, y cuando florecen, todo el campo se tiñe de un amarillo dorado.
Los arrozales vespertinos, entre el humo azul de la tarde, se convierten en el aroma de la tierra natal en mi mente. Tras muchos años lejos de casa, cada vez que veo los vastos campos, el aroma de la tierra natal regresa, infiltrándose en los rincones de mi memoria. De repente, me doy cuenta de que los años de la infancia son la tranquila parada de cada persona...
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