Cada año, al llegar julio, el viento veraniego aún sopla por las laderas, pendientes y arroyos que antaño lucieron la marca de las camisas verdes. Ese color no es llamativo, no destaca entre la multitud de banderas y flores, pero es el color del cielo, de la esperanza, de la perseverancia. Chicas y chicos, adolescentes y jóvenes, de veintitantos años, dejan a un lado sus sueños, se echan la mochila al hombro y parten para que la carretera de Truong Son se extienda, para que cada vehículo y tropa que vaya a la batalla no sea detenido por montañas, colinas, bombas ni balas.
El 15 de julio de 1950, tras el llamado del querido Tío Ho, se formó el primer Equipo de Jóvenes Voluntarios para servir en la Campaña Fronteriza. Desde entonces, la imagen de las tropas de camisas verdes apareció por doquier en los bosques profundos y los pasos escarpados. Picaron piedras para abrir caminos, construyeron puentes, transportaron municiones, llevaron a soldados heridos, enterraron a sus camaradas y, en silencio, recogieron sus mochilas y continuaron, para que la guerra de resistencia nunca se detuviera.
Durante aquellos años, innumerables personas yacieron en los caminos, a orillas de arroyos, en la cima de remotos pasos de montaña. Su juventud se convirtió en frondosos bosques verdes, en frescos arroyos para el descanso de las generaciones futuras. Esas tumbas anónimas ante las que todo el que pasaba juntaba las manos e inclinaba la cabeza. Porque esas personas podrán ser anónimas en documentos y lápidas, pero no en la memoria de las montañas y los ríos.
A veces me pregunto, ¿qué hace fuerte a esa gente común? ¿Qué los impulsa a dejar sus pueblos, a sus familias, a tomar azadas y palas para enfrentarse a balas, bombas, bosques vírgenes y aguas contaminadas? Quizás sea una creencia muy rústica, simple pero también inmensamente grande: creer que por el camino que abren hoy, mañana pasarán tropas, miles de convoyes se dirigirán al frente, y que un día no muy lejano, el país estará en paz.
Quizás no tuvieron tiempo de pensar a fondo, no tuvieron tiempo de calcular los pros y los contras, solo sabían que cuando la Patria los necesitaba, iban, cuando sus camaradas los necesitaban, allí estaban. Era así de simple, pero resultó ser grandioso. Durante las largas noches en las frías montañas de Truong Son, sus cantos ahogaban el sonido de las bombas que caían. Durante las comidas de campo, las bolas de arroz se dividían por la mitad, en tres, para que todos tuvieran fuerza suficiente para sostener una azada y tirar de una carreta. En los escasos momentos que pasaban sentados junto al fuego, enviaban a casa cartas embarradas, contando historias sobre el bosque, sobre el arroyo, sobre el sueño de un día en que las flores florecerían por todo el camino.
Ahora, cuando el país se ha calmado tras la guerra, la carretera de Truong Son ya no tiene cicatrices de bombas, los vehículos circulan con fluidez por los pasos de montaña, y cuánta gente aún recuerda las noches en vela reparando la carretera, los grupos de personas cargando piedras en silencio, cortando bambú para construir puentes. Pero la historia no se olvida. Esos puentes sobre el río, esos caminos a través de las montañas, todos llevan la huella de la Fuerza de Jóvenes Voluntarios. Cada metro de carretera lleva la sombra del sacrificio.
Esas personas ahora tienen el pelo canoso, la espalda encorvada y las manos temblorosas mientras sostienen la medalla conmemorativa. Cada 15 de julio, se reencuentran, llamándose por sus antiguos nombres cariñosos. Algunos siguen vivos, otros ya no están. Algunos llevan metralla en el cuerpo, heridas que nunca sanarán. Pero sus ojos aún brillan de orgullo: el orgullo de una generación que se atrevió a vivir plenamente por una gran causa.
Hoy, en el nuevo ritmo de vida, la imagen de los Jóvenes Voluntarios sigue presente, en los equipos de voluntariado de verano, en los programas de construcción de puentes, construcción de carreteras, donación de libros, difusión del conocimiento en las tierras altas, y ayuda a las personas y a las autoridades locales en la transformación digital. Ya no cargan piedras para despejar caminos entre bombas y balas, sino que vadean arroyos, cruzan bosques para llevar la luz del conocimiento, la medicina y la fe a tierras lejanas. El espíritu voluntario aún recorre los corazones de muchas generaciones jóvenes.
Algunos dicen que la generación joven de hoy ya no es la misma de antes, que ya no tiene grandes ideales, que ya no sabe sacrificarse. Pero basta con mirar, todavía hay estudiantes dispuestos a dejar pasar el verano para ir a las tierras altas a difundir el conocimiento. Todavía hay jóvenes con camisas verdes y rojas que se ofrecen como voluntarios para ir a la zona de la epidemia, sin desanimarse ante las dificultades. La semilla del espíritu de Voluntariado Juvenil nunca se ha marchitado; solo ha cambiado de forma, se ha transformado, para adaptarse a los nuevos tiempos.
En medio del bullicio de la ciudad actual, a veces nos sentimos arrepentidos. Porque el ajetreo de la vida hace que la gente olvide fácilmente las cosas sencillas. Pero si nos sentamos junto a un exvoluntario juvenil y lo escuchamos hablar de las noches lluviosas en Truong Son, y lo escuchamos reír al hablar de labrar montañas y construir carreteras, comprenderemos: este país fue mantenido y construido por manos que no temen al barro ni al derramamiento de sangre.
Y entonces, cuando caminemos en silencio por esos caminos sin marcar, nos sentiremos agradecidos. Agradecidos de caminar, vivir y soñar. Agradecidos de que el sudor y la sangre de tantas generaciones de jóvenes se mezclen con la carne y la sangre de esta patria. Agradecidos de que cada rueda que gira hoy sea el eco de pasos que nunca se detienen.
Julio, por favor, inclina tu rostro ante los caminos sin marcar. Inclina tu rostro ante quienes se sacrificaron en silencio para que nuestra Patria pudiera reunificarse. Para que esos caminos siempre estén verdes de árboles, llenos del canto de los pájaros, y para que las generaciones futuras aún recuerden y se cuenten sobre una generación que eligió las dificultades para construir un día de paz.
DUC ANH
Fuente: https://baoapbac.vn/su-kien-binh-luan/202507/nhung-con-duong-khong-dau-chan-1046824/
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