En 1976, cuando Silicon Valley aún era un territorio salvaje de sueños electrónicos, había dos jóvenes genios, entusiastas pero completamente vacíos: Steve Jobs y Steve Wozniak. Tenían una idea, una aspiración, pero les faltaba alguien que mantuviera los pies en la tierra.
Esa persona es Ronald Wayne.
Wayne era un ingeniero veterano de 41 años en Atari, mientras que Jobs y Woz tenían poco más de veinte años. Era el "adulto en la sala" que resolvió los desacuerdos de los jóvenes, dibujó a mano el primer logotipo de Apple (un intrincado dibujo de Isaac Newton sentado bajo un manzano) y, lo más importante, redactó el primer acuerdo de colaboración que dio origen oficialmente a Apple.
Por ese papel crucial, recibió una participación del 10%. Jobs y Wozniak poseían el 45% cada uno. En teoría, formaba parte de un trío que definiría el futuro.
Pero tan solo 12 días después, el "adulto" decidió echarse atrás. Vendió su participación del 10% a dos jóvenes amigos por 800 dólares. Unos meses después, recibió otros 1500 dólares para renunciar oficialmente a todos sus intereses relacionados con Apple. La historia la ha catalogado como quizás una de las peores decisiones financieras de la historia.

Steve Jobs, John Sculley y Steve Wozniak en 1984. Jobs y Wozniak fueron los dos famosos cofundadores de Apple. El tercer cofundador, Ron Wayne, se marchó dos semanas después y vendió su 10% de participación por 800 dólares (Foto: AP).
¿Por qué una persona con experiencia tomaría una decisión "estúpida"?
Viéndolo ahora, cuando Apple es un imperio de 3 billones de dólares, las acciones de Wayne parecen una broma. Pero si te pones en la piel de un hombre de mediana edad con familia, casa y patrimonio en 1976, su decisión es completamente lógica y comprensible.
El análisis de los expertos muestra que hay dos miedos fundamentales que lo impulsan:
En primer lugar está el miedo tangible llamado “riesgo financiero personal”.
Al principio, Jobs pidió prestados 15.000 dólares (una suma enorme en aquel entonces) para comprar componentes para el primer pedido de Byte Shop. El problema era que Byte Shop tenía fama de ser un socio lento, que a menudo se retrasaba en los pagos.
El Sr. Wayne recordó: «Jobs y Wozniak no tenían ni un centavo en ese momento, mientras que yo tenía una casa, un auto y una cuenta bancaria».
Según la ley vigente, en una sociedad colectiva, los propietarios tenían responsabilidad personal ilimitada por las deudas de la empresa. Esto significaba que si Apple quebraba y no podía pagar su deuda de 15.000 dólares, los acreedores perseguirían a la única persona con activos para embargar la deuda. Esa persona era Ronald Wayne.
Se enfrentó a una decisión difícil: apostar todos los ahorros de su vida en un proyecto dudoso de dos jóvenes o proteger la seguridad financiera de su familia. Y eligió la opción segura.
El segundo miedo es la sombra de los gigantes: el miedo a ser eclipsado.
Esta razón es quizás la más profunda y humana de todas. Wayne sabía quién era y dónde encajaba. Reconocía que Jobs y Wozniak eran estrellas brillantes con una energía y una visión que él no podía igualar.
“Sabía que estaba a la sombra de gigantes”, compartió. “Y que nunca tendría un proyecto que fuera realmente mío”.
Se imaginaba un futuro en el que se vería obligado a trabajar en el departamento de documentación, lidiando con el papeleo durante los próximos 20 años. Esa no era la vida que deseaba. Quería la libertad de ser creativo, de perseguir sus propios proyectos. En una cita famosa y conmovedora, dijo: «Si me hubiera quedado en Apple, habría sido el hombre más rico del cementerio».
Eligió la autosuficiencia por encima de la riqueza y la esclavitud.
¿Una vida sin arrepentimientos?
Hoy, a sus 91 años, Ronald Wayne lleva una vida tranquila, viviendo de la Seguridad Social y alquilando parte de su casa. No es rico, pero como él mismo dice: «Nunca he pasado hambre».
Aunque una vez afirmó no arrepentirse, luego admitió que si hubiera conservado incluso una pequeña parte de esas acciones, su vida financiera habría sido "mucho más fácil".
La historia de Ronald Wayne es más que una simple anécdota sobre oportunidades perdidas. Es una auténtica imagen de la naturaleza del emprendimiento: una apuesta entre el riesgo y la recompensa, entre la seguridad y la ambición, entre tener el control de la propia vida y formar parte de algo más grande.
Wayne no se equivocó, simplemente eligió un camino diferente: uno que no lo condujo a los rascacielos de cristal de Cupertino, sino a una vida tranquila y autosuficiente. Y eso, en cierto modo, también es un valor incalculable.
Fuente: https://dantri.com.vn/kinh-doanh/nguoi-dong-sang-lap-bi-lang-quen-cua-apple-va-sai-lam-lon-nhat-lich-su-20250625065226318.htm
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