.
No hay juguetes modernos, ni parques ni centros comerciales, tenemos un pequeño arroyo que serpentea entre los campos y un tesoro bajo el agua: mejillones.
La temporada de mejillones también coincide con nuestras vacaciones de verano. Cuando vamos al campo con mi madre, mis hermanas y yo vamos juntas al arroyo. Cada una lleva la cabeza descubierta, el cuerpo quemado por el sol, y lleva una cesta de plástico, una bolsa de nailon o simplemente las dos manos. Pescar mejillones no requiere herramientas sofisticadas, ni es difícil, solo requiere paciencia...
Nos adentramos en el arroyo, palpando cada puñado de arena, cada objeto duro en la palma de la mano. Cuando encontramos un mejillón, todos gritaron como si hubieran encontrado oro: "¡Ah! ¡Ahí está el mejillón!". Y entonces, una serie de risas nítidas resonaron por todo el campo.
Niños pescan mejillones con entusiasmo en el lago Ea Kao (ciudad de Buon Ma Thuot). Foto ilustrativa . |
A mi hermana la apodaban "la matamejillones" porque solo necesitaba adivinar la corriente del agua y recoger una cesta llena de mejillones. En esos momentos, nos reuníamos, aplaudiendo y recogiendo mejillones para meterlos en nuestras bolsas. Ese día, mis manitas no paraban de escarbar en el barro y la arena, encontrando de vez en cuando algunos mejillones, pero eso era suficiente para alegrarme. Ese pequeño botín se lo enseñaría a mi madre.
Mi madre suele remojar los mejillones en un recipiente con agua de arroz, añadiendo unas rodajas de chile para quitarles el barro. Mi madre sabe cocinar muchos platos con mejillones. Me encantan todos los platos, desde la sopa de mejillones cocinada con verduras mixtas, los aromáticos mejillones salteados con limoncillo y chile, a veces un tazón de gachas dulces de mejillones, los mejillones con papel de arroz... Los mejillones no son solo un plato, forman parte de los recuerdos.
Hoy en día, en medio de las ciudades abarrotadas, a veces todavía se pueden encontrar mejillones en restaurantes elegantes, pero por muy deliciosos que estén, nunca podrán ser tan dulces como los recuerdos de la infancia. Porque los mejillones en la ciudad carecen del sabor del cariño familiar, del sabor del sol abrasador del mediodía pescando mejillones entre risas a carcajadas con los amigos.
La infancia se desvanece como un río. Pero en mi corazón, aún hay un arroyo que una vez la acogió con una tarde soleada, una cesta llena de mejillones y... una risa fresca que nunca se apaga.
Fuente: https://baodaklak.vn/xa-hoi/202506/ngot-lanh-vi-hen-tuoi-tho-17904c4/
Kommentar (0)