En particular, para cientos de miles de trabajadores de los parques industriales de Vinh Phuc , esto no es sólo un deseo, sino una necesidad vital.
En nueve parques industriales y 13 conglomerados industriales de la provincia, el ciclo laboral de cientos de miles de trabajadores aún se desarrolla a gran velocidad y bajo gran presión.
Es común que un trabajador trabaje de 9 a 10 horas diarias, sin contar las horas extras ni el trabajo en fines de semana. En promedio, cada trabajador en parques y conglomerados industriales trabaja de 54 a 60 horas semanales, incluyendo las horas extras.
Eso sin contar el tiempo que se pierde en desplazamientos, en cuidar a la familia, en recuperar fuerzas físicas… cosas que prácticamente se “recortan” a cambio de un salario digno.
Con tal intensidad, la preocupación no solo reside en la fatiga prolongada, sino también en el riesgo de desgaste físico y mental de los trabajadores. Quizás aún acudan a la fábrica hoy y trabajen la jornada completa.
Pero lo cierto es que sus cuerpos se van agotando poco a poco y, en lugar de pedirles descanso, se van volviendo contra ellos con manifestaciones clínicas.
La propuesta de reducir la jornada laboral a 44 horas semanales en el sector privado, de implementarse, no sólo mejoraría las condiciones de trabajo, sino que también sería un avance humano, reconociendo los límites biológicos y psicológicos humanos.
Esto afirma que los trabajadores no son máquinas. Y un sistema de producción moderno y humano no puede funcionar en un estado de salud debilitado.
Para las empresas privadas, especialmente las pequeñas y medianas empresas locales, la preocupación es comprensible. Reducir la jornada laboral implica reducir el tiempo de creación de productos, lo que implica el riesgo de aumentar los costos si no se mejora la productividad. Estas preocupaciones son legítimas, especialmente en el contexto de un mercado volátil, con una gran brecha de competitividad entre las empresas nacionales y las empresas con inversión extranjera directa.
Sin embargo, si nos detenemos en el cálculo de "cuanto más trabajo, más beneficio", ignoraremos un principio importante de la gestión moderna: la productividad laboral no es simplemente el número total de horas de trabajo, sino la calidad y eficiencia real de cada hora de trabajo.
De hecho, trabajar continuamente durante muchas horas no te hace más productivo. Al contrario, después de cierto límite, tu cuerpo y mente se cansan y tu rendimiento empieza a decaer.
Un trabajador puede estar “presente” en la fábrica durante 10 horas, pero si está cansado y desconcentrado durante las últimas 3 horas, ese tiempo casi no tiene sentido, e incluso puede dar lugar a errores y accidentes, causando pérdidas mucho mayores que el coste del pago de horas extras.
Una investigación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha demostrado que: Cuando las horas de trabajo superan las 48 horas/semana, la productividad comienza a disminuir, mientras que el riesgo de lesiones y enfermedades profesionales relacionadas con el trabajo aumenta significativamente.
Por lo tanto, aumentar la jornada laboral no implica aumentar la productividad laboral; es una compensación insostenible. Al contrario, cuando los trabajadores descansan y recargan energías razonablemente, trabajan con mayor concentración, cometen menos errores y, lo más importante, se sienten más comprometidos con su trabajo.
Algunas grandes empresas de la provincia han comenzado a comprender esto. En lugar de aumentar las horas extras, algunas empresas de inversión extranjera directa en parques industriales como Honda, Piaggio y Compal... implementan horarios flexibles, facilitan que los trabajadores tomen descansos a mitad de semana o rotan turnos para evitar la sobrecarga; invierten en procesos de producción óptimos, utilizan maquinaria en etapas repetitivas de alta intensidad; al mismo tiempo, organizan capacitaciones para mejorar las habilidades de los trabajadores y así ahorrar tiempo operativo.
Esa es la dirección correcta para invertir en las personas para aumentar la calidad, en lugar de sobreexplotar la fuerza física.
Reducir la jornada laboral, desde esta perspectiva, no es solo una política humanitaria, sino también una opción estratégica para mejorar la competitividad a largo plazo. Las empresas que comprendan y actúen con anticipación serán las que obtengan ventaja en la nueva era de la competencia por los recursos humanos.
No podemos tener una fuerza laboral sana, leal y creativa si se ve obligada a trabajar en un estado de sobrecarga constante. Los límites del cuerpo son reales. Y reducir la jornada laboral es la medida más práctica para respetarlos, preservar la fuerza laboral hoy e invertir en un crecimiento de calidad mañana.
Artículo y fotos: Hoang Cuc
Fuente: http://baovinhphuc.com.vn/Multimedia/Images/Id/130103/Gioi-han-cua-co-the
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